Atardecer Colectivo

Aquel fin de semana fuimos al Cajón del Maipo con un grupo de colegas. Nos quedamos en Lo Valdés en el maravilloso refugio Alemán. Durante la tarde las carreteras del cielo parecían estar saturadas de nubes, vehículos blancos por doquier uno tras otro con lento avanzar. Para el final del día habíamos escogido un punto alto donde esperar el atardecer.


Cajón del Maipo. Lo Valdés. Región Metropolitana 2013

El Sol ya escondido bajo el horizonte, y el tupido manto de nubes no dejaba pasar el color. Pero, después de muchos atardeceres en la montaña, hice un último llamado a la esperanza. Quince minutos después el volcán San José se teñía de un tímido rosado, para explotar de repente en un rojo furioso. Con la boca abierta nos mirábamos unos a otros. El espectáculo duró un par de esquivos minutos, que en un improvisado encuadre comparto aquí. Digo improvisado porque me es costumbre preparar mis fotografías en pulcra soledad y planificada antelación, pero en compañía, primero lo social y después las fotos. Quizás la imagen pudo haber sido mucho mejor, pero el recuerdo emocional se amplificó con el grupo de queridos amigos alrededor. El simbolismo mágico de la vida.

Amanecer Lacustre

Era temprano, muy temprano, con el sol en su lento recorrer aún detrás de las montañas. Tenía la cámara sobre el trípode, encuadrando el volcán Villarrica, cubierto con una espesa neblina. La espera era alegre, pues era el primer amanecer de mis vacaciones en la Araucanía Lacustre, y estaba ahí, esperando el despertar del coloso.


Araucanía Lacustre. Pucón. Novena Región 2012

De pronto, de la nada, aparecen nubes bajas intentando remontar el macizo de granito que estaba al frente del volcán. En un par de segundos las nubes cambiaron de color blanco a un rojo arrebol. Sobre mi cabeza un cielo violáceo, el famoso resplandor alpino del final del atardecer, pero invertido en el amanecer. Sin pensar nada, cambié la orientación de la cámara, apunté, encuadré y enfoqué manual. El filtro de densidad neutra me dio diez segundos de exposición, suficientes para suavizar el violento recorrido de las nubes altas. ¡El juego de colores duró solo un minuto!. Alcancé a disparar una segunda vez, pero el rojo ya era esquivo en el borde a contraluz.

Aprender a Ver

El acto de mirar es simplemente dirigir la vista, pero ver involucra un complejo proceso de interpretación. Ilustremos la idea con un ejemplo. La imagen es simple y elegante. En la composición solo hay cuatro elementos: el cielo, el mar, la arena, y un trozo de hielo en la orilla. El hielo está ubicado siguiendo la regla de los tercios en un encuadre vertical, capturando así la primera mirada. La imagen es muy agradable de contemplar, pero el flujo visual no escapa de los cuatro elementos que la componen. Entonces, sucede lo inesperado. Se entrega una sutil indicación, que sugiere poner atención al trozo de hielo. No hay reacción alguna, hasta que se pregunta si se ha descubierto que el hielo tiene la forma de una foca. El rostro se llena de asombro y se está de acuerdo sin discusión. Ahora, para la mente es evidente que el trozo de hielo tiene la forma de una foca, pero, si es tan evidente, ¿por qué no fuimos capaces de ver la foca sin indicación alguna?. Esta es la gran diferencia entre mirar y ver.

La forma cómo interpretamos el mundo que nos rodea me llama profundamente la atención. Por qué con la clave correcta somos capaces de descubrir el misterio en la naturaleza. Apenas la percepción da en el blanco, no se requiere ningún tipo de esfuerzo para seguir viendo el nuevo hallazgo. No existe una transición suave, sino que se produce un quiebre, un cambio abrupto tipo escalón. Creo importante tener siempre presente que así funciona nuestro sistema cognitivo. En fotografía de naturaleza podríamos estar frente a un hermoso paisaje, pero si no somos capaces de encontrar las claves correctas, perderíamos la gran oportunidad de traducir en una imagen evocadora aquel maravilloso descubrimiento, que por cierto, siempre estuvo frente a nuestros ojos, pero que miramos y no vimos.

El Acto Último de la Fotografía

¿Será que el acto último de la fotografía de naturaleza sea no hacer fotografía alguna?. Quizás ponemos toda nuestra dedicación en capturar una imagen evocadora del mundo natural, con la nítida intención de guardar un registro gráfico que nos permita, cuantas veces queramos, revivir las emociones que despertó en nosotros el gran paisaje. ¿Aquella imagen evoca mejor los recuerdos, que intentar recuperarlos de nuestra propia experiencia de vida, sin poner frente a nuestros ojos un estímulo visual?. Entonces, cuánto quedaría impreso en el corazón si usáramos al máximo nuestra capacidad de observación. Hacer lento el respirar, limpiar la mente de todo pensamiento, agudizar cada uno de los sentidos, disfrutar un exquisito momento, y ser plenamente consciente de ello. Sería como dejarse llevar por el flujo de la vida, fundirse con la Naturaleza, y pasar a formar parte del paisaje.

La fotografía nos enseña a capturar momentos, y en el proceso aprendemos a disfrutarlos. ¿Habrá un después en nuestras vidas donde ya no necesitemos de la cámara fotográfica para conservar los recuerdos?. No sé qué capacidad tendrá el corazón para guardar con meticuloso detalle nuestras experiencias de vida. Pero sí sé que para compartir la belleza del paisaje, que nos hace viajar al mundo de las emociones, una imagen evocadora de la naturaleza es un gran regalo para quien la observa.

Pintura Digital

La fotografía nos permite retratar el paisaje con una fidelidad subjetiva. Hacemos uso de las limitaciones técnicas de manera creativa para imprimir emociones en la imagen. Pero podemos cruzar la barrera de la realidad literal, y adentrarnos en un mundo de formas y colores, el mundo de la pintura digital. Podría intentar una explicación elaborada, pero citaré las bellas palabras de Michael Orton para motivar la idea: “Imagino que el paisaje es un cuadro de pintura fresca. Mi cámara fotográfica es una tela blanca. Entonces, coloco la tela sobre el paisaje, presiono gentilmente, y la arrastro hacia abajo. Como la pintura está fresca, los colores se mezclan, y la gama cromática resultante es muchísimo más rica que la que tenía originalmente frente a mis ojos”. La técnica, descrita con una bellísima analogía, es simple de entender, pero difícil de dominar. La exposición debe ser más larga de lo habitual, permitiendo el movimiento, por ejemplo vertical, de la cámara. Se pierde toda nitidez, pero se rescata la esencia del paisaje en formas simples y colores saturados. Las imágenes así obtenidas generalmente tienen una estética Impresionista. Se alejan de lo que sería una fotografía tradicional, pero se acercan a un formato de pintura digital.


Simulación de Pintura Digital. Reserva Nacional Llanquihue. Décima Región 2010

En la imagen se muestra un ejemplo simulado electrónicamente con un filtro de desenfoque de movimiento vertical. La fotografía la hice años atrás en la Reserva Nacional Llanquihue. Es una cascada de 50 metros, con abundante vegetación todo alrededor. La técnica elimina los detalles, mezclando colores primarios, que resultan en colores secundarios, no visibles para nosotros en la escena original. La imaginación, piedra angular de la creatividad, permite dar vida a una nueva forma de expresión, la pintura digital.