En el registro de la memoria van quedando los detalles de cada fotografía que hacemos. Recuerdo haber tomado un corto desvío hacia el Salto de la Princesa en la Araucanía Andina. El día estaba nublado y frío. Días antes ya había visitado el lugar, así que la idea era recorrer el entorno buscando un nuevo punto de vista. Para lograr impacto visual en la imagen final, una regla de oro es buscar puntos de vista alternativos. Cuando nos movemos con el motor de la creatividad, debemos hacer el quite a los lugares designados como miradores. Una perspectiva fresca y distinta significa un desafío propio de una disciplina que se aborda con seriedad. Así, cargando la cámara fotográfica y el trípode, hice unas pocas caminatas cortas alrededor. Siendo la cascada un imán turístico, había un par de familias disfrutando la belleza prístina del lugar. Los niños pequeños, con la curiosidad a flor de piel, se me quedaron observando mientras inspeccionaba los lugares candidatos para la fotografía.
Instalaba el trípode y montaba la cámara fotográfica, cuando me doy cuenta que los niños habían seguido mi huella y llegaban a mi lado. Sin decir palabra alguna ponían toda su atención en cada movimiento que hacía. En su mundo de inocencia parecía que pensaban que Yo era alguien importante. Entonces, con exquisita timidez me preguntaron si iba a hacer fotos. Después de regalar una sonrisa respondí que sí. Sus rostros entonces se iluminaron al darse cuenta que habían acertado. Lleno de complicidad con ellos me dispuse a componer la imagen. Escogí un encuadre horizontal para destacar los detalles en la pared rocosa vertical. Intenté un esquivo balance visual entre el agua cayendo en la parte derecha y las enredaderas subiendo en la parte izquierda. Invertir tiempo y energía en la búsqueda de un nuevo punto de vista es parte del oficio de la fotografía de naturaleza.
Salto de la Princesa. Novena Región 2010 |
Instalaba el trípode y montaba la cámara fotográfica, cuando me doy cuenta que los niños habían seguido mi huella y llegaban a mi lado. Sin decir palabra alguna ponían toda su atención en cada movimiento que hacía. En su mundo de inocencia parecía que pensaban que Yo era alguien importante. Entonces, con exquisita timidez me preguntaron si iba a hacer fotos. Después de regalar una sonrisa respondí que sí. Sus rostros entonces se iluminaron al darse cuenta que habían acertado. Lleno de complicidad con ellos me dispuse a componer la imagen. Escogí un encuadre horizontal para destacar los detalles en la pared rocosa vertical. Intenté un esquivo balance visual entre el agua cayendo en la parte derecha y las enredaderas subiendo en la parte izquierda. Invertir tiempo y energía en la búsqueda de un nuevo punto de vista es parte del oficio de la fotografía de naturaleza.