Nuestro sistema de visión, haciendo una analogía con fotografía, tiene una longitud focal cercana a los 50mm, referidos a un sensor completo de 35mm. Por debajo de los 50mm hablamos de lentes angulares. Lo primero que se aprende es que la forma de representar el paisaje con un lente angular es muy distinta a como lo vemos nosotros. Los objetos en primer plano aumentan su tamaño aparente, mientras que los objetos lejanos quedan con dimensiones reducidas. En la imagen resultante, debido a esta distorsión visual, se produce la ilusión de una mayor distancia que la real entre el primer plano y el fondo. Capturar un paisaje con ópticas angulares requiere de un ejercicio previo de visualización, poderosísima herramienta creativa.
Por una cuestión de gusto personal, primero aprendí a usar las longitudes focales largas, por sobre los 50mm, lentes conocidos como teleobjetivos. La extracción de detalles siempre ha estado en sintonía con mi obsesión por simplificar el paisaje, donde el teleobjetivo es un gran aliado. Mis primeras experiencias con lentes angulares fueron motivo de frustración. Quedaban en el encuadre muchos elementos, y no pudiendo encontrar el ritmo y balance entre los actores en escena, la entropía se hacía protagonista, causándome incomodidad el desorden visual fuera de mi control. Con los años aprendí que se debía componer buscando el flujo visual que permite crear las longitudes focales cortas. Una regla de oro es identificar tres planos en el paisaje: primer plano, plano intermedio, y plano de fondo. Después, mediante la abstracción creativa, se van conectando los planos con figuras geométricas o matices de color. Recordemos que una recomendación es un buen punto de partida, como por ejemplo, crear flujo visual con angulares, pero una vez hecho nuestro el nuevo conocimiento, debemos buscar variaciones únicas que reflejen la visión personal.
Reserva Nacional Río Los Cipreses. Sexta Región 2010 |
En la imagen se muestra uno de mis primeros ejercicios de composición con angulares. Resultó ser gran sorpresa las dimensiones aparentes de la piedra que intencionalmente dejé en primer plano. En el suelo parecía poco significativa, sin mayor atractivo en sí. Pero, la magia del angular la convirtió en una llamativa ancla visual, ayudando a capturar la primera mirada. Para reforzar el impacto del primer plano, puse sobre la piedra una hoja verde y un fruto rojo. Nótese cómo la piedra no quedó completa en el encuadre, debido a que hubiese sido demasiado protagonista. Una opción era haber retrocedido un par de pasos, pero como era un primer ejercicio, no se me vino a la mente como una alternativa.