Creo conveniente comenzar con la pregunta: ¿Existe el mal tiempo en fotografía de naturaleza?. Tenemos la costumbre de disfrutar un hermoso paisaje bajo un impecable cielo azul y Sol radiante. Esta idea de belleza viene reforzada por todos los dibujos que hicimos cuando niños al retratar la Naturaleza. Pero allá afuera hay mucho más por descubrir. Para lograr una fotografía de antología debemos aprender y adaptarnos a lo que conocemos comúnmente como mal tiempo. Detengámonos aquí y pongamos la respuesta sin más argumentos: El mal tiempo no existe en fotografía de naturaleza. No señor. La luz más esquiva y exquisita la podemos encontrar justo antes e inmediatamente después de una lluvia fuerte. Cuando las nubes ya han desaguado todo su contenido sobre la tierra, se vuelven dóciles y livianas, jugueteando coquetas con los rayos de luz que las atraviesan. La dinámica de la atmósfera se adapta a las nuevas condiciones, siendo justamente el transiente un momento de belleza única. Sin embargo, en esta situación, el oficio de la fotografía nos obliga a saber cuidar y manejar nuestro equipo. Pero mientras más grande es el desafío, más reconfortante es el resultado.
Sierra Nevada. Novena Región 2011 |
Manejando de vuelta desde la cordillera de los Andres a mi cabaña en Malalcahuello, me detuve un poco antes de cruzar el túnel Las Raíces. El cielo estaba negro, el día cada vez más oscuro, pero un pedazo de la atmósfera me estaba esperando con un regalo. El viento arriba debió haber sido colosal, porque arrastraba con vértigo a las ultimas nubes blancas antes de la tormenta que se venía. Con rapidez y precisión preparé en pocos segundos el trípode y la cámara. Un filtro de densidad neutra de 8 pasos y sobre él un filtro polarizador, me permitieron varios segundos de exposición. Una cumbre con algo de nieve y el sutil contorno de bellas Araucarias fueron el soporte para el retrato del cielo. Mientras el sensor digital de mi cámara guardaba el registro, las primeras gotas de lluvia empezaron a caer. Un momento después estaba refugiado dentro del auto, y mirando cómo llovia por el parabrisas, una sonrisa se esbozaba en mi rostro, recordando que el mal tiempo no existe en fotografía de naturaleza.