El atardecer es el breve y esquivo momento durante el cual termina el día y empieza la noche. Representa una transición, que quiebra el continuo de las horas diurnas. En fotografía de naturaleza recibe un nombre especial: la hora mágica. Con la complicidad de las condiciones atmosféricas, el atardecer llena el paisaje de color, color que se debe buscar y esperar con paciencia. Cuando se encuentra es un verdadero regalo, un bálsamo para el espíritu que limpia el alma enriqueciendo la vida. Es difícil ponerlo en palabras, difícil también en imágenes. Pero, más allá del desafío técnico, la belleza prístina de un atardecer en la Montaña genera incredulidad. Es costumbre escuchar que la imagen está arreglada. El común de la gente simplemente no cree lo que está viendo. ¿Por qué?. Porque interpretamos una imagen de naturaleza a partir de nuestra experiencia. Detrás de lo visual está lo verdaderamente importante, el contenido emocional. Pero las emociones no despiertan si no las llevamos dentro. Si nunca se ha esperado, quizás por horas, con infinita paciencia, el color mágico del atardecer, descartaremos en la primera impresión la fidelidad emocional de la imagen.
Volcán Lonquimay. Malalcahuello. Novena Región 2011 |
La invitación es a cultivar la paciencia, desconectarnos de los problemas que nos afligen, regalarnos tiempo para esperar un atardecer en la Montaña. Con la nueva experiencia en el alma seremos capaces de ver más allá de lo literal, más allá de lo evidente, y entraremos en el maravilloso mundo de las emociones.