Pareciera un simple juego entretenido. Todos nos hemos sorprendido más de una vez con una ilusión óptica. Pero detrás del juego algo interesante se esconde, algo que nos dice cómo interpretamos el mundo. Una ilusión óptica engaña nuestra percepción, pero, ¿por qué seguimos percibiendo la ilusión, aún después de saber que es una ilusión?. Incluso con las claves que permiten desarmar el engaño, no podemos dejar de ver la ilusión óptica frente a nuestros ojos. Intentar una respuesta requiere entender cómo aprendemos a ver, o mejor dicho, cómo aprendemos a interpretar el mundo.
La Ciencia Cognitiva ha demostrado que aprendemos a ver por asociaciones. Durante los primeros años de vida almacenamos en el cerebro infinidad de recuerdos visuales. Con el correr del tiempo, y en base a la experiencia cotidiana, empezamos a conectar la información, dándole significado e identidad a lo que pasa frente a nuestros ojos. Así, en palabras simples, necesitamos un contexto para identificar las cosas. Nada tiene un sentido absoluto, sino relativo. De esta forma, aprendemos a interpretar el mundo por asociaciones.
En una ilusión óptica no podemos desarmar las relaciones entre los objetos visuales, y por tanto, no podemos dejar de ver la ilusión. La clave en ilusiones ópticas famosas es, justamente, aislar ciertos elementos para que, ahora fuera del contexto, nuestro cerebro pueda entender el truco. De igual forma, por una cuestión de constancia visual, muchas veces no podemos desarmar el paisaje frente a nuestros ojos, quedándonos con una imagen única en nuestro cerebro, imagen única que, desde el punto de vista de la interpretación visual, resulta equivalente a una ilusión óptica.
Entonces, para avanzar en fotografía de naturaleza creativa, debemos aprender a encontrar las claves del gran paisaje, desarmar la ilusión óptica, y visualizar imágenes nuevas y frescas del mundo natural.