¿Será que el acto último de la fotografía de naturaleza sea no hacer fotografía alguna?. Quizás ponemos toda nuestra dedicación en capturar una imagen evocadora del mundo natural, con la nítida intención de guardar un registro gráfico que nos permita, cuantas veces queramos, revivir las emociones que despertó en nosotros el gran paisaje. ¿Aquella imagen evoca mejor los recuerdos, que intentar recuperarlos de nuestra propia experiencia de vida, sin poner frente a nuestros ojos un estímulo visual?. Entonces, cuánto quedaría impreso en el corazón si usáramos al máximo nuestra capacidad de observación. Hacer lento el respirar, limpiar la mente de todo pensamiento, agudizar cada uno de los sentidos, disfrutar un exquisito momento, y ser plenamente consciente de ello. Sería como dejarse llevar por el flujo de la vida, fundirse con la Naturaleza, y pasar a formar parte del paisaje.
La fotografía nos enseña a capturar momentos, y en el proceso aprendemos a disfrutarlos. ¿Habrá un después en nuestras vidas donde ya no necesitemos de la cámara fotográfica para conservar los recuerdos?. No sé qué capacidad tendrá el corazón para guardar con meticuloso detalle nuestras experiencias de vida. Pero sí sé que para compartir la belleza del paisaje, que nos hace viajar al mundo de las emociones, una imagen evocadora de la naturaleza es un gran regalo para quien la observa.